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martes, 29 de junio de 2010

CASTILLO DE MIRAVET



 PARCIAL DE MI NOVELA HISTÓRICA: "EL ÚLTIMO ALBEITAR TEMPLARIO"

Camino a Miravet, los recuerdos que se agolpaban en mi cerebro eran demasiado amargos. No lograba relajarme y disfrutar del paisaje que corría en dirección contraria, huyendo de mis sombríos pensamientos.


Seguro que se trataba de algún botiquín de la época de la guerra. Parece mentira que Pere no recuerde la crudeza de la Guerra Civil en nuestra zona, sobre todo en Miravet y Gandesa. O quizá sea una bolsa burda hecha por alguno de nuestros tatarabuelos. O el legado de alguna familia católica que durante la guerra la escondiera para no delatarse ante las Brigadas Anarquistas. Claro, seguro que es eso, pensé mientras adelantaba al enésimo camión. ¿Alforja? ¡Qué raro que se esconda algo así!

De todos modos, y a pesar de la curiosidad que aquel descubrimiento había despertado en mí, no quería olvidar los motivos reales de mi visita: la huida momentánea de Madrid.

Tenía que pensar cómo les contaba a mi yaya y a mi tía lo de Juan sin que se disgustaran. No era necesario que les dijera la verdad con toda su crudeza. Les hablaría de desavenencias y distanciamiento. Me reñirían. Seguro que me reñirían.

Leer el cartel de San Carlos de la Rápita y empezar a subirme la adrenalina fue todo uno. Ahora sí que estaba cerca.

Salí de la autopista por Amposta y me apeteció pasar por el majestuoso puente del Ebro. Al cruzarlo, no pude evitar parar y observar bajo mis pies el manso río por donde navegaron los temibles vikingos para ir a sitiar y devastar Pamplona, remontando el curso del Iratí. Por donde navegaron los esquifes y las chalanas de los musulmanes de al-Andalus, como quedó inmortalizado en el poema épico francés La Chanson de Roland. Por donde entraron las barcas y almadías del rey aragonés Alfonso I el Batallador. Por donde viajaban los reyes musulmanes de la taifa de Zaragoza.

Proseguí. El desvío hacia Mora d'Ebre me indicaba que ya estaba cerca del abrazo y de la regañina de mis yayas.

¿Cuántos mocos y lágrimas habían pasado por la secreta complicidad de la abuela? Mi madre siempre se enfadaba con ella. Decía que me malcriaba en verano y que luego no había modo de enderezarme en invierno.

 
DESCRIPCIÓN DE MIRAVET:
Miravet se encuentra en el sur de la Ribera, entre las estribaciones de Cardó y Cavalls y el Ebro. Cruzando por la Barca podemos contemplar la panorámica del pueblo entre el paisaje y un frondoso bosque de ribera.

Sobre la roca escarpada, los árabes decidieron establecer la alquería, hoy casco antiguo, y el imponente castillo coronando la peña, convertido por los templarios en su sede tras su conquista, en 1153. El conjunto está considerado uno de los mejores ejemplos de la arquitectura románica, religiosa y militar, de la Orden en todo occidente y es el monumento más visitado de las Terres de l’Ebre. Entre 1307 y 1308 sufrió un largo asedio, a manos de Jaime II, durante el proceso contra los templarios.

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