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martes, 3 de agosto de 2010

Ruta por los Castillos de Aragón (España).



PARCIAL DE MI NOVELA "EL ÚLTIMO ALBÉITAR TEMPLARIO".

-Me parece perfecto. Sois muy inteligentes. Pero ya podéis empezar a pensar en otro lugar. Según lo que me estáis contando, desde luego si vuestro razonamiento es correcto, no será Huesca. Os lo aseguro.


-Yaya, pero qué sabrás tú –bromeé.

Hubo un conato de risas mal disimuladas.

-Hijos, sabe más el diablo por viejo que por diablo –replicó tranquilamente mi abuela, sin inmutarse por el regocijo que habían generado sus palabras-. Ni se os ha pasado por la cabeza pensar, cosa que parece mentira con tanto cerebro sumado, que los sistemas de medición han variado con el tiempo. Y yo no sé de fechas ni de sistemas, pero lo que tengo muy claro es que en esa época y mucho después, las distancias no se medían en kilómetros, sino en leguas y en varas.

-¡Maldita sea! –Genaro se había puesto rojo como un pimiento. En parte por el vino del Priorato y en parte por el despiste-. ¡La abuela tiene razón! ¿Cómo hemos podido ser tan lerdos? ¿Cuántas leguas es un kilómetro, o cuántos kilómetros es una legua?

-Ya lo tengo –exclamó Carmen, que se había ido directa al portátil-. Aquí está. Os leo. La legua es una antigua unidad de longitud que expresa la distancia que un caballo puede andar en una hora.

-¡Joder! ¿Y cuánto es eso? -Genaro estaba ya a un tris de reventar.

-Calma. Todo llega –dijo mi amiga-. La legua se empleó en la antigua Roma, siendo equivalente a tres millas. Esperad un segundo que multiplique. Ya. Una legua son cuatro coma diecinueve kilómetros.

-Adiós, Huesca –se lamentó Óscar-. Abre el mapa. Despliégalo más. Así. ¿Cuánto has dicho?

-No lo he dicho –replicó Carmen-. Ocho por cuatro con diecinueve son 33,52 kilómetros

-Pues sigue igual de fácil –señaló Genaro-. Óscar, tráeme el compás. Marcaré un círculo de 33,52 kilómetros de radio, teniendo como centro a Yéqueda y cualquier población, monasterio o castillo del medioevo que coincida en el recorrido de la cuerda de la circunferencia en el sector sur.

-¡Y un cuerno! –Bramó Carmen-. A ver si te he entendido. El albéitar, con su percherón, hizo un pacto con el diablo, y éste le dejó volar, y con toda la precisión de las actuales tecnologías, dibujó un plano topográfico y midió las distancias de las coordenadas. ¡Menuda se las gastaba el veterinario! Cómo se nota que no estáis familiarizados con la geografía. No os habéis molestado en mirar lo inexactos e incluso erróneos que eran los mapas topográficos de aquella época. Yo he estudiado el de Pizzigano y era de 1424 y el de Fra Mauro, que sirvieron de base para convencer a los Reyes Católicos sobre el viaje de Colón. Bueno, pues los errores que contienen son importantes. ¿Y por qué se producían estos errores? Pues porque tenían que recorrer el terreno por donde se podía. Tened en cuenta los medios tan limitados de que disponían. De hecho, muchas veces las distancias se medían por el tiempo que tardaban y no por la longitud recorrida.

-Carmen, me dejas estupefacta –admití-. Dando por bueno lo que dices, entre otras cosas porque es de una lógica aplastante, ¿con qué criterios sugieres que deberíamos calcular el lugar exacto del escondite de nuestro amigo juguetón?

-Suponiendo que el terreno estuviera totalmente llano y que los caminos por donde se moviera fueran completamente rectos, es decir sin ningún quiebro, curva, terraplén o montículo, la distancia máxima sería la de los famosos 34 kilómetros. Por tanto, el punto que buscamos está dentro del círculo. Para no descartar nada, debemos tener en cuenta cómo es el terreno en la zona y por medio de una simple regla calcularemos el anillo concéntrico a descartar. No olvidemos que iba a caballo, con el percherón. Por lo tanto, tuvo que ir por una carretera o camino existente y no por el monte a través. ¿Por qué? Porque iba cargado con el tesoro y porque estaba solo, y él mismo cuenta lo de los asaltadores de caminos. Así que volvamos a mirar el mapa y partamos de vías existentes entonces, que vayan hacia el sur y estén dentro del círculo.

-Carmen, abre el mapa otra vez por los pliegues de la zona de Huesca –pidió Genaro-. ¿Ya lo tienes? Bien. Céntrate en Yéqueda.

-Veamos –apuntó Carmen-. Desde Yéqueda sólo baja una carretera que antes de llegar a Huesca hace una horquilla de tres ganchos. Uno va hacia Zaragoza, otro hacia Lleida pasando por Barbastro y Monzón, y otro va por dentro de Huesca y acaba confluyendo con el anterior a la entrada de Monzón. Directamente, la opción que va hacia Zaragoza hay que descartarla. Nuestro amigo fue hacia Monzón. Ahora, ¿por cuál de las otras dos opciones nos inclinamos? Debemos tener en cuenta algunas premisas. Primera y muy importante: el camino elegido debía de estar transitado para evitar salteadores y ofrecerle la posibilidad de comer, beber y pernoctar en poblaciones. Tengamos en cuenta lo que transportaba. A mí se me ocurre que debía de ser una carretera que cruzara o bordeara algún río.

-Pues lo tenemos crudo –afirmé yo-. Ambas son cruzadas por los ríos Guatizalema, Flumen y Formiga. Tened en cuenta que las dos carreteras son como un huso, transcurren prácticamente en paralelo y coinciden en ambos extremos.

Genaro carraspeó antes de hablar.

-Pues comprobemos qué poblaciones, castillos, monasterios o ermitas existen de aquella época en cada una de ellas. Por supuesto, dentro del círculo.

-Veamos –dijo Óscar-. Por la carretera de Pertusa y dentro del círculo tenemos a Tecua. Sin embargo, por la carretera de Barbastro hay otras poblaciones: Quicena, Bandalíes, Siétamo, Velillas, Angüés, Ibieca y Liesa; castillos, el de Montearagón, y ermitas, las de San Miguel de Foces y la de Santa María del Monte. Creí que sería más fácil, hay demasiadas probabilidades. ¡La verdad es que estoy hasta los mismísimos de tanta hipótesis!

-Calma, caro mío –le susurró Genaro con voz de enamorado-. Tú mismo te sorprenderás de lo lógicas que son las cosas una vez se conoce su resultado. Es cuestión de perseverar y seguir el propio devenir de la historia. Ella misma te lleva. Elvira, según nuestra teoría, ¿a cuántos kilómetros desde Yéqueda encontraremos nuestro botín?

-A 33 aproximadamente.

-Bien. Conéctame al Mapa interactivo del Ministerio de Fomento y buscaré las distancias desde Yéqueda a cada uno de los lugares que dice Óscar.

-Deja, yo lo saco -dijo Carmen-. Dime, Óscar.

-Quicena.

-Menos de 11, descartada.

-Bandaliés.

-Menos de 16. ¡Vaya selección más mala que has hecho! ¿Es que no sabes ver a simple vista las distancias en un plano?

-¡Pues míralo tú, bonita!

-Trae. Siétamo, Velillas y Liesa están todavía demasiado cerca de Yéqueda. Nos falta Ibieca y Angüés. Bueno, y el castillo y las ermitas. Ibieca y Angüés están a 28 kilómetros, una es un desvío y la otra está en la propia carretera. El castillo está a 8 de Quicena, total a 19, descartado. La ermita de Santa María del Monte está a 4 de Siétamo, que hacen… 21, descartado. La ermita de San Miguel de Foces está de Ibieca a…. no lo dice. Voy a recurrir a su página web. Está a 8 kilómetros de Huesca. ¿A cuantos dijimos que está Yéqueda de Huesca? No lo hemos dicho. Lo veo. A 25. ¡Eureka! Lo tenemos. San Miguel está a 33 kilómetros de Yéqueda. ¿Y decís que existía en la época de nuestro veterinario?

-¡Compruébalo tú misma! -pidió Óscar.

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